miércoles, 22 de diciembre de 2010

Visión


Cada ser humano nace único y trae en su interior signos de esta identidad individual. Las huellas digitales son las marcas más evidentes que conocemos de esta característica personal. El nombre dado por nuestros padres, aunque sea igual al de otras personas, también nos identifica individualmente. Pero, hay otro signo que es parte integral de la característica personal y que, a pesar de que aparece más tarde, es intransferible y ya nace con cada uno de nosotros: el talento.
Dios le da talentos a todos y le cabe a cada uno identificar el suyo, desarrollarlo y utilizarlo. Muchas personas cometen el error de no tener en cuenta su talento en el momento de elegir la profesión que pretenden seguir para el resto de la vida. Parece obvio que se debe elegir hacer algo que sea de su agrado o para lo cual se tenga afinidad, pero, infelizmente, una buena parte de las personas ha considerado otros valores a la hora de elegir que camino sembrar.
Compensación financiera y ascenso social han sido el objetivo de muchos jóvenes cuando eligen la carrera a seguir, pero ellos se olvidan, o no toman en cuenta, que estos factores son apenas resultado de un trabajo realizado con calidad, y es posible hacer bien algo para lo que tenemos aptitud. Dinero y éxito son consecuencias, y no causas. La causa es el talento.
El talentoso tiene al amor como combustible de sus realizaciones. Su placer es esmerarse en la calidad de lo que hace; la realización personal del resultado alcanzado lo completa. La compensación financiera es apenas una consecuencia.
El noticiero está repleto de casos de errores médicos que destruyen vidas; fallas de ingeniería que comprometen construcciones grandiosas; acciones de abogados que promueven la injusticia, y una infinidad de otros ejemplos de tragedias protagonizadas por personas que eligieron una profesión mirando el lucro que podían tener, pero sin el menor talento para ejercerlas.
Los que sofocan un talento, rechazan un don de Dios. Aunque logren el tan deseo éxito financiero, invariablemente adquieren una frustración permanente. Son personas de bolsillos llenos y almas insatisfechas. Muchos se acomodan en esta condición, hasta porque la sociedad nos enseña la gran mentira de que el trabajo no puede ser sinónimo de placer, y que hacer lo que no nos gusta es el precio que se paga para conquistar algo en la vida.
La oración de quien conoce el talento que tiene, no debe ser con el sentido de preguntar si eso es la voluntad de Dios para su vida. Dios no nos daría una aptitud si no quisiera que la usáramos. Lo que debemos pedir es que el Espíritu Santo nos guíe para usar nuestros talentos de forma que Dios sea glorificado en esta acción. Si alguien no tiene claro para sí cuál es el talento que Dios le dio, debe buscar eso en oración, haciendo una sociedad con el Señor, que nos da el discernimiento para descubrir el don de cada uno. El talento usado sin la dirección del Espíritu Santo también puede llevarnos a la ruina espiritual y material.
Por ser una dádiva Divina, el talento es algo con lo que tenemos que lidiar en la esfera espiritual. Teniendo eso como meta, estaremos buscando el Reino de Dios en primer lugar, y todo lo demás vendrá por añadidura (Lucas 12:31).

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